Anoche estaba tan cansado que no podía dormir, y cuando
empiezo a caminar, aun en la noche, noto que la hazaña de ayer me sigue pasando
factura. Esperamos una etapa suave, que no exija mucho desgaste y así es. Y no solo es suave, sino que también
es bonita, la mejor por ahora.
Tiramos el Heavy, el Domi y yo. La Beli y Miguel se quedan
atrás. Tomamos café en una taberna en mitad del camino, el mejor café por ahora
de todo el camino.
La etapa es guapísima, sobre todo unas subidas por unos
carriles con piedras de granito por en medio y corrientes de agua alrededor, es
increíble ver tanta agua por todos lados.
Decidimos desayunar en Ferreiros y paramos en el bar de la
mujer más encantadora de todo el camino: Julia. Nos pone el bocadillo más
grande del mundo y nos cuenta como cuida de los peregrinos, dejándonos ver su
gran corazón. Nos hubiera gustado pasar la noche allí, pero son solo las nueve
de la mañana y hemos de continuar.
El resto del camino bastante bien, la entrada a Portomarin
con el rio Miño y el gran puente, nos parece una fantástica bienvenida.
Llegamos al albergue, saludamos a algunos ya conocidos y también
nos llevamos la sorpresa de encontrarnos con un par de pizarreños que van en
bici hasta Melide. Más cervezas, una ducha y a comer al pueblo.
Mas tarde nos animamos a tomar unas cervezas y reírnos un
rato en el bar. Juntamos un buen grupo entre catalanes y andaluces y decidimos
salir por la noche a la “noche de San Juan” que nos defraudo un poco pues en
Portomarin lo celebran los vecinos con una cena privada.
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